Fin del invierno


En el último domingo invernal con una extraña ironía del fin del invierno, divago con los pensamientos, pronto los cuerpos encarcelados de las ropas de algodón serán libres, desnudos serán barnizados por el astro rey, entre este mar de dudas de salitre remuevo la conciencia abstracta que fluye como en la pantalla un cine de verano. Aquí ahora sentando en esta atardecer en la mesa camilla y brasero para calmar el frío de alma herida y maltrecha. Resaca de las desdichas de este vacío presente, pasado entre la mugre de estos grillos que pueblan la dualidad de mi cascaron. El viejo parlante sin palabras despide el invierno sin pena ni gloria, escondido entre las mentiras del vertedero de las verdades que andan de esquina a esquina como los bebedores ricos de buen vino y peor dolor de cabeza.
Sueños de un atardecer, que no voy a dejar plasmados por aquí, se quedaran en el cajón silencioso de la alcoba de los sueños benditos.
Se acaba el invierno en una tarde de un domingo cualquiera como tantos otros días entre la lluvia y el frio.

Los colores sonríen
pronto serán los dueños
de la vida y del azar.
Primavera loca,
y adolescente en tus
entrañas, gritaras,
reirás  de alegría.

Cuerpos blancos,
en la arena de oro,
entre toallas y cremas.
Desnudos y libres.

Primavera incandescente,
de luz y fuego,
pasión en tu corazón,
habitas en las venas
del sol de Abril.

Días de luz y color.
Días de lluvia y viento.
Días de confusión.
Coctel primaveral.








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