El País que niega el pan y la sal.
La calle llora de injusticias, inocentes detrás de pancartas, políticos indignos roban las miserias de los hombres y mujeres, que piden trabajo. Mentiras en la prensa, palabras vacías en espadachines de la falsedad. Profetas de palabras, desde el púlpito del oro, tipos trajeados, que escenifican la obra teatral del hemiciclo. Lagrimas mojan las calles de lluvia, relojes varados, sueños rotos y decepción en sus ropajes. Corazones desvalidos, luchan contra hombres, sin escrúpulos de toga, apoyándose de los hombres trajeados de marca y gemelos de oro en sus mangas, que ejecutan el embargo. Cabellos blancos, toda una vida luchando, por unos ahorros, y un día les engañaron el hombre consejero del banco del barrio y ahora nadie les hace caso. Soledad en las calles, desesperación en sus carnes, lucha desigual, la policía pone orden con la porra, el político ordena desde el altar del poder, prepotencia en sus palabras afiladas en el cuchillo de la muerte. No hay derechas...