El País que niega el pan y la sal.


La calle llora de injusticias, inocentes detrás de pancartas, políticos indignos roban las miserias de los hombres y mujeres, que piden trabajo. Mentiras en la prensa, palabras vacías en espadachines de la falsedad.
Profetas de palabras, desde el púlpito del oro, tipos trajeados, que escenifican la obra teatral del hemiciclo.
Lagrimas mojan las calles de lluvia, relojes varados, sueños rotos y decepción en sus ropajes.
Corazones desvalidos, luchan contra hombres, sin escrúpulos de toga, apoyándose de los hombres trajeados de marca y gemelos de oro en sus mangas, que ejecutan el embargo.
Cabellos blancos, toda una vida luchando, por unos ahorros, y un día les engañaron el hombre consejero del banco del barrio  y ahora nadie les hace caso.
Soledad en las calles, desesperación en sus carnes, lucha desigual, la policía pone orden con la porra, el político ordena desde el altar del poder, prepotencia en sus palabras afiladas en el cuchillo de la muerte.
No hay derechas ni izquierdas, solo hay ladrones de guante blanco, blindados de oro en sus dientes. Que nunca se juegan nada, llevan las cartas marcadas, sobre el tapete verde, de las promesas falsas.
La gente nada en un mar tenebroso, lleno turbias aguas, el viento azota la marea que nunca acaba, la barca es ahora astillas en las aguas.
Quisiera que fuera una pesadilla, encuentro la realidad en las caras,  que pueblan las calles vestidas de luto, en el caminar sin esperanza en sus ojos.
El tren marcho aquí ,estoy en la estación esperando el tren que nunca llega, el tren de los ausentes. Billetes en busca de un trabajo, que aquí en este País, niega el pan y la sal.

Esta madrugada que parece nunca acabar…… como dice la bella canción de Amaral.




Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Precioso escrito y preciosa canción.
Yo también

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