Tardes toledanas


Decidí descansar, me senté en una terraza, pedí una cerveza sin alcohol muy fría, la tarde era épica se superaban los treinta grados centígrados. Rescate mi libro entre los laberintos del bolso, tranquilamente comencé a leer, me sumergí entre las viejas historias de las intrigas de los viejos cristianos y los conversos, el olor de las paginas del libro y el atardecer me recordaba a Jerusalén. Estaba en el barrio de la Judería de Toledo frente a la Sinagoga del Transito, entre las letras del libro y mi imaginación habían retrocedido seis siglos. Tome otras dos cervezas, estaba tan ensimismada en la lectura que pronto se hizo la noche, hay lecturas que si estas en el sitio adecuado son el éxtasis del buen libro, letras repletas de esencia divina.
     

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