Año nuevo

Faro del cabo de Palos.

El día era soleado, el frío se acomodaba en los pocos rostros que encontré en mi ruta, algunos caras de una noche de serpentinas, deseos, copas y risas en aquella mañana de año nuevo, el puerto respiraba aparente tranquilidad, solo un velero madrugador buscaba la salida de la bocana del puerto, la mar aparentemente adormecida, a lo lejos sonaban las campanas de la torre del Ayuntamiento, eran los toques de las nueve de la mañana acompasado del sonido de algunas gaviotas que revoleaban entre acrobacias matutinas.
Me adentre por la muralla que rodeaba el puerto protegida por las rocas camine hasta llegar al final del puerto milenario, que siglos atrás se defendió de ataques de pitaras berberiscos entre días de gloria mezclado con noches de miseria y desolación.
La brisa fresca y fría daba una tonalidad a mi cara de colores rojizos, me aposente en una roca donde el mar rozaba mis botas, mire el mar de las tonalidades azules verdosas, el sol del levante estaba cogiendo fuerzas para el nuevo día. El velero que divise por el puerto navegaba en libertad en un mar solitario acompasado de una pequeña ventolina. A lo lejos dos millas mar adentro en un islote solitario estaba el faro, que tantas veces había visitado navegado en barca para bucear cerca de sus rocas en el que nunca lo había visto en su interior, hace medio siglo estuvo el último farero que habito en él, ahora estaba huérfano como los hijos de la mar. Desde su atalaya es testigo de la mar, guía, consejero, guarda de marineros, pescadores, o simplemente en verano de curiosos navegantes en sus yates.
Me quede observando el faro atentamente comenzó una película de recuerdos en blanco y negro. Muchos años habían pasado, este día me encontraba en el mismo sitio que un hombre mayor sentado a un metro de mi, sus relatos navegaban en mi mente en el día de año nuevo.
La luz del faro nunca se ve igual desde tierra que en la mar, con ella hablas, pides consejo, rezas a tu manera cuando partes hacia alta mar, cuando vuelves le das las gracias, por estar siempre de vigía, atento a tu mirada en las noches de infierno en el que el miedo flota entre las aguas. En el mar no existen las prisas, los planes muchas veces son efímeros, solo los dicta el propio mar, estas a su voluntad, es caprichoso, como la vida misma, intentas buscar la lógica y no la encuentras. En el mar puedes ser feliz y los cinco minutos ser un infeliz, por eso los hombres de la mar sabemos que la felicidad no eterna. El mar te hace fuerte y débil a la vez cosa que la gente de asfalto solo le vale el éxito, el poder, la ambición, el dinero, maldito y sucio que lo esparces entre sus aguas aquí nada vale. Solo la templanza tiene precio, si la dominas eres un afortunado, el respeto a esta agua y todo lo que nos rodea ahí a dentro. Me hacen reír aquellos que dicen el mar es libertad, el mar no es libertad, el mar es una droga, sufres con él, pero lo deseas, más cuando estas lejos de él en el mundo del asfalto, ruidos, prisas, mala educación entonces comprendes porque tanto quieres a la mar a pesar de las lagrimas en las noches que el cielo se cabrea te habla con voces tenebrosas de malditos deseos. Aquí nunca ganas, solo te hace ser mejor hombre porque te enseña a sobrevivir. Solo vale, vive deja vivir, los sentimientos se amplían de matices que aparecen por sorpresa en los momentos más angustiosos. El mar esta lleno de historias, leyendas, fabulas, pieles tatuadas en los días que aparece el infierno ante ti, ningún parte meteorológico lo ha pronosticado, rezas o blasfemas, maldices, hasta que Satanás se cansa de reírse de todos los pobres que navegan y se da la media vuelta desaparece por donde vino, entonces caes rendido de cansancio, sufrimiento, te quedas dormido en el camastro del camarote hasta la próxima visita.

En este día 1 de Enero recuerdo aquel hombre anciano que esperaba partir hacía la mar en su último viaje para no volver, tranquilamente pasaba los días sentado entre las rocas.
Hoy estoy aquí para comenzar este año sin prepucios con la lección de aquel lobo de la mar que se tomaba los días con calma. Saber quien soy, donde voy, olvidarme de mis últimos años que han sido una vida en trayecto de una atracción cualquiera en una montaña rusa con constantes subidas y bajadas, de noches sin sentido, días perdidos entre locuras de un hombre decepcionado, traicionero, mentiroso consigo mismo.

Comentarios

Pluvisca ha dicho que…
¡¡¡Qué difícil es dejar las cosas atrás!!!

Buen año mErL!!!

me gusta tu relato

un abrazo

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