Otra noche igual.


Iba caminando hacia su casa, las manos en los bolsillos descosidos, cabeza baja, mirada de tristeza, unas bellas lagrimas recorrían sus mejillas, la noche estaba en las primeras horas, iba ser una más larga que las otras, que muchas veces se hacían interminables tapado en unas viejas mantas a luz de una bombilla de 40 watios oyendo el ruido de los roedores que deambulan a sus anchas tan pobre como eran ellos.
A lo lejos la ciudad el cielo se iluminaba de colores de las palmeras de fuegos artificiales que deleitaban a grandes y pequeños que estaban viendo la cabalgata por las calles madrileñas en todo su esplendor y colorido, expectantes de llegar a sus hogares para abrir los regalos bien empaquetados con la dirección del remitente de SSMM de Oriente.
Una noche más tendría que imaginar que jugaba con juguetes, hoy iba ser especial soñaría que jugaba con el viejo escaletric que dejo de funcionar el año pasado por que las goteras lo habían estropeado, iba ser el piloto de formula, porque siempre había sido el mejor piloto de la ilusión, que algún día su padre dejara las malditas y asquerosas drogas.

Comentarios

Pluvisca ha dicho que…
¡¡¡Que triste y crudo!!!

Sé por mi trabajo, que la droga hace estrogos en los que rodean al adicto...es toda una tragedia.

Excelnte escrito mErL

Un abrao
Cuantos niños sin juguetes, hombres sin ilusión, mujeres que han perdido la esperanza, casas que se caen....y al final seguimos vivo, tirando, sobreviviendo.

Un abrazo fuerte.

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