En mitad de la calle
pero la inmadurez era su vestimenta, los amigos su excusa, pasaron los minutos cada vez más eternos no llegaba, se dio por vencida abandono las calles estrechas del viejo barrio, con tristeza en el alma y una sonrisa de circunstancias en los labios, esta vez no iba a dejar que su autoestima fuera dueña sus pensamientos, con la mirada altiva, supo que no hay que mendigar en el amor, la esencia es ser uno mismo sin condicionantes, primero quererte a ti mismo.
En mitad de la calle,
estatua invisible,
mirada perdida.
Tarde de sábado,
una más para el olvido,
viejas heridas
en las entrañas.
Tan joven
y la vez tan niña,
de dulce mirada
y sonrisa de inocencia.
Y es que el desamor no tiene edad, el dolor es el mismo si eres joven como si eres muy mayor.
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