Mi abuelo Roberto
El verano estaba a punto de comenzar, eran los últimos instantes de la Dictadura de Primo, el calor abrasador pronto se adueñaría de las ciudades y pueblos que aquella lejana España, donde se vivía en incertidumbre, los más jóvenes soñaban una República de trabajadores, eran años muy difíciles, se dirigía a la venta del helado, con la heladora al hombro recorrían las calles de la ciudades de la Meseta castellana para que los lugareños mitigaran la sed con un refresco granizado. Dos años después llego la esperanza, nuevas ilusiones, por fin el tan esperado cambio político se instauro en España, al poco tiempo se diluyo como gotas en un Océano, las revueltas eran constantes en el país, él seguía trabajando duro con sus manos y su fuerza, fue padre por aquellos años trabajaba en jornadas interminables por unas monedas, donde fuera y en lo que fuera, llegado el invierno comenzaba la recogida de las aceitunas, para pasar después a la teja, o bien en la construcción, todo trabajo era bueno para mantener a la familia. Llegó el alzamiento, los reclutaron engañado para ir al frente a trabajar de albañil, nubes negras cubrían la nación, días de pena en su familia, dos hijos, al poco tiempo uno murió, el hambre de la maldita guerra hizo estragos en un neonato. Termino la barbarie, la sin razón, silencioso llegó a su casa, el pueblo dividido como toda España, dolor en todas partes, decisiones muy injustas, el rencor cubría el cielo, la Dictadura oprimía a los perdedores, pasaron los años, enfermedad en la familia, trabajo muy duro, poco dinero, todo para médicos, había que seguir luchando, campos nevados en la recolecta de aceitunas, vareando por los campos de la provincia, subiendo y bajando del andamio con pico en mano, años de hambre, racionamiento de cartilla bajo el yugo de los ganadores que intentaba a doctrinar, él en silencio trabajaba era honesto con sus ideales en el corazón, porque había que comer, la prudencia era patente en todos. Pasaron los años difíciles de la postguerra, seguía luchando contra los infortunios de la vida, pronto la viudez se instalo en su vida, el y su hija siguieron caminando juntos, el uno para el otro, al poco tiempo el sol comenzó a iluminar en su vida, nacieron dos nietos, la primera con el nombre de su mujer, y del segundo fue padrino, los fines de semana los paseaba orgulloso con el carro, era tiempos de sonreír, tiempos felices, cuando se jubilo llego el último nieto, que llevaba su mismo nombre, aquel hombre jubilado estaba disfrutando de la vida dura de años injustos con tanto sufrimiento.
Mañana 7 de junio, onomástica de San Roberto, para él es el recuerdo de hombre fuerte y aguerrido y sobre todo muy leal, con un corazón muy grande que demostró a lo largo de su vida, fue muy querido por todos, porque la prudencia fue una de sus virtudes. Su nombre sigue presente, nieto y bisnieto, él dejo unas semillas en la tierra que están creciendo cada día en cada uno de sus nietos, que intentamos trasmitir a nuestras raíces. Un abuelo que de niños nos aguantaba todas las bromas que gastábamos día tras día, su paciencia era infinita, nuestro defensor cuando cometíamos travesuras, y muchas veces nuestro aliado. Un 29 de abril en plenas fiestas de Moros y Cristianos de las que era un ferviente admirador y de su comparsa Vizcaínos, nos dejo, era ley de vida, el recuerdo sigue en nuestro corazón de aquel año 1988.
Cigarro en su boca.
Humo en sus pulmones.
El único vicio.
Desde mi modesta y humilde atalaya con estas palabras nacidas desde lo más profundo de este corazón quiero dar mi pequeño reconocimiento a unos valores, la prudencia y la verdad, que fueron los valores que siempre llevo encima para que sigan creciendo en nuestra vida en estos momentos de turbulencias cotidianas.
Mi abuelo Roberto.
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