EL CORAZON


Estaba sentado en los sillones enfrente del ventanal, donde la luz penetraba ese día de invierno, vestido con camisa de cuadros azul, pantalón de pana beige, con poco pelo blanco dando claridad a su cabeza, cara arrugada, quemada debido a los avatares de la vida, las manos temblorosas y saliendo de su boca una leve baba de saliva intentando escapar de sus adentros buscando la claridad, por fin la lluvia se había tomado un descanso, el sol era agradecido por aquella gente que pasaban los días en aquella residencia de la tercera edad. Miradas ausentes, perdidas, sonrisas sin sentidos que de repente se convertía en lagrimas, gritos desoladores, todos sentados unos a lado de otros, pero con mucha soledad en sus hombros.

Los árboles estaban desnudos, sus ramas débiles se agitaban bailando al sonido del viento, eran parte de sus vidas en aquel patio donde en verano les acogía bajo de sus hojas, eran parte de aquellos hombres y mujeres que descansaban en las sombras y que les hablaban esperando la contestación de sus preguntas.

Su mirada perdida como muchas mañanas, la lucidez lo visito, el exilio o la hemorragia de los perdedores en busca de paz, donde solo buscaban un trozo de pan donde tambien se lo denegaban, en su patria eran malditos. Años de chinches, huyendo por media Europa, se encontraba muy cansado de tanto huir, creía haber encontrado el descanso en su querida tierra, sus sentimientos se desnudaban, la mujer que siempre quiso nunca llega amarla, la guerra lo tiro todo por la borda, promesas, amor, siempre la amo desde su interior, nunca más supo de ella, pero la que fue madre de sus hijos sentía cariño, pero nunca el amor de su primera novia, donde las promesas se quedaron en el aire, soñó que el viento se las trajera, nunca llegaron.
Sus preguntas eran constantes, se habría casado, viviría, se acordaría de él, como vivió su huida, tuvo el mismo dolor que tuvo. Sus recuerdos le llevaban aquellos días felices de pascua cuando iban al campo pasar el día siempre vigilados a lo lejos de la madre, intentaban perderse unos momentos para poder cogerse de la mano, o un simple beso, la musica de la gramola que oían siempre que llegaban las fiestas del pueblo, eran de las pocas veces que podían bailar pero siempre con el consentimiento y sin acercarse, o presenciar aquellas obras teatrales que era el acontecimiento mayor, cuando venía la compañía de teatro de la ciudad, donde reían con aquellos sainetes. La sucia guerra lo volvía en sí, quien le manda un día decir públicamente que era anarquista, o hacer huelga siendo un jovenzuelo en la fabrica tejido, enarbolando aquella bandera.

Hoy se sentía derrotado, cuando llego creyó vencedor, por fin pisaba su tierra, sus últimos años los iba pasar donde nació. Pero todo había cambiado nada era igual, era un extranjero, estaba cansado de ser, alli, aquí, al final era extraño en todos los sitios, después 60 años aun estaba pagando el precio de la huida, de la derrota.

Se quedo durmiendo debido al cansancio, dormía como muchos de aquellas personas, mientras las enfermeras les tapaban las piernas con unas mantitas, otros se quejaban de dolor, y los despiertos hablaban solos. Cuanta ausencia, tristeza, en tanto pocos metros, la palabra más común de todos, era la llamada a sus mamas, menos él, llamaba a ella.

Una auxiliar lo desperto, no sabia que pasaba, lo levanta del brazo cogido de ella con paso tembloroso camino hasta una sala de estar grande donde estaba la visita, una mujer vestida negro que al andar se apoyaba con un bastón, con pelo blanco, con gafas mirada sonriente y permanente de peluquería, el estado de lucidez se había apago el alzehimer se había apoderado, no la conoció, el hombre fuerte rubio de mediana estatura siempre con la sonrisa en su boca sin darle demasiada importancia a la vida, donde se prometieron para toda la vida, hoy era un cadáver viviente tembloroso con la mirada ausente.

Al día siguiente recibió un regalo, al abrir encontró un pequeño corazón de piedra, su sonrisa se ilumino, nadie sabe si reconoció aquello, pero la luz de la cara, los ojos muy abiertos y el temblor de las manos se le acelero cuando lo miraba levantando en busca de aquella persona. Fue su regalo el día de su cumpleaños, un día que el sol brillaba más que los otros días, pero hacía años que estaba apagado.

Comentarios

Paco! que alegría volver a leerte me ha gustaod mucho pero lo dejas como a medias no? quiero la segunda aprte saber que pasa con todo a su vuelta, escribe más!!!

Un besazo

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