El hombre de la túnica roja





La llegada de un hombre con una túnica roja bordada en hilo de oro, revoluciono el pueblo de campesinos en un país del lejano oriente. Busco la sombra de un grandioso olmo que se encontraba en el centro de la plaza del poblado, la gente se fue aposentando para presenciar aquel orador dotado una gran retórica.
Sus primeras palabras fueron dar las gracias por la bienvenida, y el cordial recibimiento, mirando al gentío con sus ojos azulados que parecían salidos de un cuento de príncipes, la palabra promesa inundaba en sus labios, su voz hechizaba a los presentes con unos gestos y ademanes parecidos a un mago del universo.
Su encantadora voz se deslizaba entre el silencio de los lugareños en cual se podía escuchar algún tímido pajarito y el agua cristalina de la fuente de la plazoleta.
Tierras para todos, cabezas de ganado repartidas en justa medida, pago de impuestos al Reino los mínimos y exentos en todas las faenas agrarias.  Su Majestad esta agradecido de sus conciudadanos por la fidelidad prestada en estos años. He sido enviado por el monarca para comunicarles estas palabras por gentileza del Rey a su pueblo bendito, vosotros, que habéis tenido la amabilidad de haberme colmado de regalos para que los lleve a su Majestad y para este humilde servidor del Rey.
La gente ovaciono aquellas palabras y jalearon el nombre del Rey, todo eran para bienes de pronto desde la última fila se levanto un anciano que tenia fama de bebedor y pidió la palabra.
El murmullo se podía escuchar sin dificultad con palabras despreciativas al anciano borracho.
- Señor Diputado de la Corte usted a pronunciado la palabra promesa, la cual venida de usted no es cierta, como todo político quiere vivir en la Corte placidamente de nuestros impuestos, trabajo y sudor de este pueblo que aquí presente le ovaciona. Cuando vuelva a ver al déspota del Rey - el murmullo fue tremendo- si, Señor, el déspota del Rey, seremos olvidados y dentro de unos meses subirán los impuestos, las tierras seguirán siendo del Monarca y esta pobre gente que se ríen de las palabras de un viejo borracho solo serán unos esclavos engañados, e infelices.
- Le ruego que retire las palabras de ofensa a su Majestad el Rey de todos.
No, Señor, no las retiro, puede usted decapitar a este viejo borracho.
Será enviado al cadalso por sus palabras.
Señor encantador de serpientes usted no sabe que los borracho y los niños nunca mienten.
Fue detenido por la Guardia Real, llevado a el cadalso del pueblo, los ciudadanos callaron como siempre entre la cobardía y el miedo.

PD. Vivimos en un mundo de mentiras que el pueblo es engañado por los Dioses de la Política que viven de la bondad de los ciudadanos, cada cuatro años estos representantes de la patria recorren plazas de mercadillo repartiendo panfletos de su programa electoral que nunca cumplirán cuando se acomoden el las Cortes, Diputación o cualquier Ayuntamiento.

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