Escaparate de la vida



Estaba delante del espejo, se levanto lentamente la falda, el tanga rojo era fuego ardiendo, sus ojos se clavaron en él, sus pechos pequeños siempre fueron  complejo. Se quito la blusa y la falda, se miraba en el espejo el rojo era su color, las llamas le abrasan de deseo y pasión. Se tumbo en la cama, el sujetador y el tanga cayeron al suelo muy despacio, comenzó acariciarse el clítoris suavemente. Cerro los ojos y ahí estaba él, desnudo acariciándola, no podía evitar aquellas imagines que recorrían el laberinto de su extraña mente en estos momentos. Todo un caballero, nunca una palabra grosera, ni una simple insinuación, siempre muy educado y atento con los compañeros de oficina.
Estaba muy húmeda, se masturbaba lentamente, un orgasmo, dos orgasmos, él la follaba salvajemente, gritaba amo tu coño, quiero follarte, grita de placer, sigue gritando, ella veía fuego en sus ojos, en el cuerpo desnudo llamas ardiendo, sus dedos se perdían por el clítoris, notaba mucho placer, inmenso placer, pensando en aquel hombre de su misma edad, cuarenta años, un ruido de las llaves de la puerta la alerto y se levanto de la cama deprisa y entro en cuarto de baño de la habitación.
Comenzaba otra tarde rutinaria, siempre lo mismo, marido, hijos, deberes, cenas y como muchas noches fingiendo orgasmos de amor.
La pareja perfecta en el escaparate de la vida.

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