Las brujas del Valle
Un día a la hora de las brujas la inquisición en un mes invernal, comenzó la noche más negra del Valle, la hoguera en la plaza mayor de la aldea, el inquisidor crucifijo en sus manos y con sus hábitos de fraile susurraba a Satanás, y lo maldecía. Ellas todas con la cabezas rapadas y sus miradas bien altas, de como no se arrepentían de nada, estaban rodeando la hoguera. Era noche de luna llena, los aguaciles y esbirros vigilaban la plaza. Al fondo se escuchaba lejanamente el aullar de los lobos en el alto del cerro. No había nadie más en la plaza o quizás alguien más escondido para no ser visto. Todas eran brujas, tenían una doble vida. Todas las noches en la lumbre de sus casas preparaban sus pócimas que ahuyentaba los espíritus malignos de aquel Torquemada del Valle.
El funesto inquisidor vestido de negro con el crucifijo en manos ordenaba a los esbirros que las arrojaran de una en una a la hoguera a las diez mujeres mayores y dos muchachas, los gritos eran muy fuerte maldiciendo al inquisidor nada más arrojarlas al fuego, las llamas quemaban sus carnes y asi toda la noche hasta quemarlas a todas, el humo era muy fuerte con olor a ropas y carnes, tras dos horas de macabro suceso, comenzó el día amanecer y una nube negra en el cielo del Valle, con un silencio solo robado por el aullar lejano de una camada de lobos, se terminaba con las brujas de la zona.
El inquisidor se retiro feliz a sus aposentos, habían ardido en el infierno, todo infiel tenia su castigo.
Con la Inquisición y la fe, no se dudaba, los herejes estaban condenados a la hoguera, en muchas casas y aldeas se mantenía en secreto toda herejía y brujería, pero la envidia, el rencor, la avaricia de muchos lugareños en secreto pasaban información a los curas y aguaciles, pero una noche cerrada de lluvia y niebla en pleno invierno con temperaturas bajo cero en las alcobas de los malnacidos confidentes y del inquisidor aparecieron las brujas quemadas, portaban antorchas quemaron en vivo al inquisidor, aguaciles, y los confidentes, el Valle estuvo ardiendo toda la noche, la venganza de la nadie habla por miedo, todos saben y todos callan. Desde aquella noche nadie pronuncio la palabra brujas, todos callaron, todas las noches de luna llena de invierno que llovía, mientras la camada de lobos aullaba, ellas las diez mujeres y las dos muchachas deambulaban por el cerro del Valle con sus canticos.
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