Delirios de madrugada

Nada es como es, todo es pasado, y aquí el presente. Detrás quedaron los años, la juventud se marcho con el tren del recuerdo hacia el delirio. Ahora de madrugada sentado en el viejo balancín como la vida misma. La vejez se frota las manos, me regala cada día unas arrugas y canas blancas y el maldito espejo, se ríe de mi cara, y cada mañana lo mando al carajo.
Parece que suene la vejez  de pantalones de pana y chaqueta marrón que me espera en el fondo del armario, bastón en mano, caminare por las aceras parcheadas de la ciudad en busca del tibio sol invernal, mirare a las jovencitas con cierta melancolía, recordando lo tonto que fui en el pasado que no va volver.
Pasan los días, el almanaque cuelga de la pared encolada, esperando cambiar de año, como cambian de amantes los guerreros de la noche de los burdeles.
Suena la música en mis entrañas, cierro los ojos, escucho la voz ronca del cantoautor poeta de los bares copa, la vida sigue entre las sirenas de la ciudad, en la que la vejez un día viajara en ella.
Pasan los días y la puta vejez me espera a la vuelta de la esquina, los años pasan a velocidad de monoplaza de formula uno, y cada día es una mentira de la vida, falsas apariencias detrás de una corbata horrorosa y chaqueta del Corte Ingles.

En el silencio de la madrugada se acaba este escrito los delirios de mi mente, que en las noches de insomnio es dueño del pánico, las pastillas siguen en el cajón de la mesita, me resisto a dormir con las putas pastillas.

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