En las madrugadas del presente

En las madrugadas del pasado.
En los días de lluvia.
Los miedos crecen.

Aquí sentado ante el lavadero reconstruido intentado no olvidar el pasado, miro firmemente las columnas entre el aullido de gato solitario, repasando mentalmente historias antiguas contadas por nuestros abuelos, no puedo dejar de pensar en el esfuerzo de aquellas gentes que cada día con el agua muy fría, manos moradas y de sabañones lavaban al alba sus ropajes de sus familias.
En los lavaderos se convertían en mentideros del pueblo,  antes de amanecer se iban colocando la  tabla de lavar para tener buen sitio, tener el agua más limpia. Hoy en nuestros días con el gran invento de la lavadora que comenzó en la década de los sesenta de la centuria pasada a ser indispensable en todas las casas. El gran invento de la luz fue gran parte de la revolución industrial y la del bienestar de la sociedad en sus moradas. Quizás los lavaderos son anecdóticos en esta sociedad actual, son decorativos intentado atraer turismo rural a los pueblos, en algunos pueblos habían dos, uno solo para ropa de enfermos.
Ahora hay comodidades de todas clases, hay demasiadas prisas, las maquinas trabajan por el bienestar y el ser humano cada vez más estresado, cuando tendría que ser para vivir más relajado.  

En esta mañana dominical en las primeras luces del día de asueto, la calma es palpable, con ciclistas de fondo y algún que otro senderistas en pos de una buena ruta por los senderos de la comarca. La pequeña brisa en mi rostro refleja paz, sensaciones de tranquilidad, este madrugador empedernido, contemplado en lavadero turístico en un pueblo de la montaña alicantina de bellas calles en su casco antiguo.

En las madrugadas del presente.
Los miedos crecen.
En los días estivales.



  

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