EL ALCOHOL



Estaba lloviendo, un cielo gris acompañaba la mañana de otoño húmeda, el invierno esta saludando su entrada, eran las nueve de la mañana de un lunes del mes diciembre, coches haciendo sonar los cláxones en los semáforos, un colorido de paraguas daban vida a las aceras repletas de gentes, con prisas, mirando los relojes con disimulo, la ciudad cada vez que amanecía con lluvia se volvía loca.

Caminaba tranquilamente mirando todo lo que sucedía, iba empapado, sus pantalones viejos de pana marron estaba descoloridos del agua, su jersey de lana basta de color rojo no podían tener más agua, su gorra de marinero estaba goteando, sus botas era como caminar descalzos por los charcos de los agujeros que tenia. Se quedo mirando el reflejo de un escaparate donde se veía su silueta, pelo blanco y gris, muchos meses sin pasar por una peluquería, barba larga, mal arreglada del mismo color, su cara denotaba cansancio, envejecido, parecía mayor y solo tenia cuarenta y siete años, la gente a pesar de la rapidez que pasaba lo miraba con extrañeza del aspecto que llevaba..

Lo había perdido todo, era un alma vagueando por las calles sin destino, que más le daba morir de pulmonía, de cirrosis, de cáncer, llego al bar de siempre, el camarero se tiro las manos a la cabeza al verlo llegar. El aspecto era muy entristecedor, ropa empapada, mal vestido, una imagen desoladora.

Le saco una toalla, pero se la negó, al final se seco un poco, tuvo que aguantar la regañina de su amigo o compañero el camarero, que nunca tenia un mal gesto hacia su persona.
Ahora te vas tomar un café con leche calentito, nada de vino. Él asentó con la cabeza, tomo muy despacio la taza, lentamente con la mirada perdida a las luces de una tragaperras, que insistían que la visitaran. Sentado en un taburete de madera, apoyado su codo en la barra del bar, se volvió a mirar en el espejo que tenia enfrente de él, repleto en la estantería de debajo de botellas. Noto su mirada triste, con muchas ojeras, arrugas que eran parte del paisaje de la cara, se preguntaba quien era aquel caballero que estaba mirándose en aquel espejo con letras grandes dando nombre aquella cafetería.

Salió a la calle, la lluvia seguía su curso, pero con menos intensidad, al llegar a la puerta del viejo piso donde habitaba, dio a la clavija de la luz, pero no funciono, se acordó que hacia meses que le habían cortado la luz, avanzo por el oscuro pasillo hasta el cuarto de baño, donde levanto la persiana para que entrara luz, se seco la cabeza con una toalla sucia y maloliente, entro a la habitación, donde solo quedaba un viejo y podrido colchón con una manta rota en el suelo, se cambio de ropa, mejor se puso un mono de trabajo, era lo único que tenia, puso a secar encima de unas sillas de madera con asiento de esparto la ropa toda mojada.

Miraba por la ventana la calle, el agua se diluía por las alcantarillas, esta mañana estaba lucido, desde anoche no había tomado nada de vino, ni lo echaba de menos, miro alrededor y vio que vivía en la más autentica pobreza.

Él era el culpable de todo, no le quedaba nada, había perdido a sus hijos, su mujer harta de recibir pellizcos, empujones cuando llegaba borracho todos los días lo dejo, del trabajo lo echaron, era normal, un encofrador tenia que estar muy sereno en las alturas, con los bloques, cementos, caminando por las tablas, los jefes le advirtieron que tenia que cambiar, pero lo hizo para peor, hasta que un Lunes no le dejaron subir, estaba muy borracho, lo despidieron, empezó a tirar piedras, maderas y todo lo que pillaba, hasta que los compañeros lo calmaron, fue como una muerte lenta, poco a poco se quedo sin dinero, familia, trabajo, vagueaba por las calles borracho, no distinguía ni el día, ni la noche.

Alli estaba sin nada, destrozado, muy viejo para la edad, abandonado como un perro sin dueño, que busca comida en la basura, toda la vida en andamios jugándosela para llevar una vida decente con su familia, era un perdedor. Se sentía sucio, traidor, estaba sereno su conciencia le estaba martilleando la cabeza, era un derrotado de la vida, era un ser sin destino, abandonado, vivía o se estaba muriendo con una pena muy grande, se derrumbo, no podía mas, se sentó en el suelo, su espalda en la pared, mirando el infinito de aquel cuarto de color blanco que fue un dia, lloraba amargamente, sus lagrimas se mezclaban entre sus mugrienta barba, miraba un pequeño retrato que tenia, eran de sus hijos, ahora serían adolescentes o quizás hombres, se perdió parte de su vida, pensar en aquello lo mataba.

A la mañana siguiente se dirigió a los servicios sociales del municipio, le atendió una funcionaria con aspecto de estar peleada con la vida, seria, le comento su problema, le dio papeles, papeles, para rellenar.
Estuvo esperando una hora sentado en un sillón de eskay marron que estaba en los pasillos de aquellas dependencias municipales, hasta que un chico joven, educado le hizo entrar en su despacho, le comento que quería dejar de beber, empezar de cero, pero necesitaba ayuda, aquel psicólogo se puso a trabajar con él.

El proceso era largo y podía resultar muy lento, le advirtió aquel funcionario, no le importaba, sólo quería dejar de beber, quería vivir decentemente, recuperar los años perdidos, o como le dijo al principio empezar de cero.

Lentamente salió de aquel agujero negro, de aquel hoyo que se hizo a sí mismo, entro a trabajar como encofrador en una empresa que estaba trabajando para el Ayuntamiento, noto que había perdido mucha fuerza, no era tan habilidoso con los clavos como antes, para intentar enderezar la habilidad el psicólogo le hacia ejercicios con un lápiz y papel.

Noto que tenia unas formas de captar y plasmar aquellos dibujos, tenia habilidad increíble, poco a poco le mandaba dibujos más difíciles, se convirtió aquello en una afición, pintaba fachadas que veía desde la ventana de aquella aula donde se reunían los alcohólicos en busca de luz, le entro pasión por el dibujo en lápiz y carbón.

Dos años después de aquel día de lluvia, aquel hombre inauguraba una pequeña exposición humilde de dibujos en aquella aula, donde había encontrado en el sentido por volver a vivir, recuperar el pasado era imposible, pero tener un presente decente era su objetivo, lo estaba consiguiendo.

Volvía a sonreír. Sus ojos eran curiosidad por todo el alrededor, nunca desde entonces había vuelto a pisar un bar, ni debía.
Ahora subía a las alturas donde recibía el sol en verano muy duro, el viento, la lluvia, mientras colocaba maderas, hierros, bloques y cementos, era otra vez un hombre luchador, pero la vida le había dado una gran lección.

Ser responsable consigo mismo, Un nuevo pintor había nacido, estaba enseñándose a trabajar en la pintura con colores, los sábados y domingos pegado al caballete y el lienzo, dejando fluir su imaginación, con su vista.

Soñaba con los sábados. Era el momento de la magia. Sus manos bastas y dedos rudos acariciaban el pincel que con movimientos suaves y acordes daban figuras a los paisajes coloridos de la vida, como aquella mañana de lluvia que la ciudad daba un aspecto de colores variados por aquellos paraguas que son parte de ella en dias mágicos, donde cada persona forma parte de la vida como este nuevo y humilde pintor, que pintaba la vida.

Pero su cuadro más hermoso fue ganar la batalla con el alcohol, y mando un regalo anónimo a un hogar, donde estaba pintada aquella foto de sus nenes, porque eran sus hijos. Que los llevaba en el corazón.

Comentarios

pacooo me recuerdas mucho a la escritora Lucia Etxeberria creo que se llama, escribe así sobre cosas de la calle.

Sigue escirbiendo amigo, estas mejroando mucho, y planteate tu también lo de los concursos :P

Besooooos artizzzzta
administrador ha dicho que…
Me ha gustado, saludos.

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