Una excusa.


Llamaste al timbre, pasaste, te sentaste en el cómodo sofá que reciba a los invitados con su mejor tapizado ocre. El olor a café impregnaba toda la casa, el mantel hereditario con unos bordados en las iniciales de quien fue la primera persona que lo tuvo, las tazas de porcelana para la ocasión abandonaron las vitrinas del clásico mueble que era parte del salón, los oleos expectantes colgados armónicamente dando el toque de elegancia al buen gusto de la casa. Los libros, enciclopedias, eran testigos en una grada repleta, donde la luz que penetraba por el ventanal descubrían las motas de polvo.

Entre sorbo y sorbo el silencio dio paso a las palabras titubeantes, miradas que acompañaban la mano, era un punto de partida. El sonido entre la taza y el plato, son las notas que acompañan a la melodía que marca el redoble el toque de la cucharilla.

El café es el preludio de una buena conversación.
El café es un amor incondicional que nunca te separas.
El café es una ocasión para invitar a un amigo.
El café entre sorbo y sorbo meditas antes de hablar.
El café es el motor de mi vida recién levantado.
El café concilia a las personas y a la vida.
El café es una excusa, bendita excusa.

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