Cartas

Todos los días mecánicamente al entrar en el portal de entrada a los viejos pero coquetos pisos, recogía el correo depositado en el buzón. Nada más acceder al ascensor que le llevaba al décimo piso, ático donde se recogía tras la jornada de duro trabajo, echaba por encima un pequeño vistazo a las cartas malditas, siempre recibos bancarios, luz, agua, hipoteca, entre otras cosas y publicidad a su nombre de ganador de maravillosos premios que nada más entrar iba a parar a la papelera sin abrir la carta, en aquellos instantes el corazón se acelero como un atleta en el tramo final de los 100 metros lisos, un calor recorrió todo su cuerpo en aquel pequeño habitáculo ascendente, al llegar a la puerta B, le cayeron las llaves al suelo de la rapidez que quería entrar, encendió la lámpara isabelina que daba resplandor aquel clásico salón, de pie abrió la carta, el matasellos era de Berlín, mientras leía le temblaban las manos, se dejo caer en el sofá de tapiz ocre, las imágenes de color crema...